En la ciudad de Valls -capital del Alt Camp-, en el último domingo de enero, una nutrida representación de caballeros y damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, presidida por el Lugarteniente de la España Oriental, el Excmo. Sr. Don Enric Mas, y en aceptación de la hospitalidad brindada por la Delegada de la Orden en Tarragona, la Ilma. Sra. Doña Maria Mercè Martorell, concurrió al santuario de la Virgen de Lledó.
Este templo fue erigido en la mitad del siglo XIV y, entre el 1376 y el 1434, se convirtió en Priorato de los Canónigos del Santo Sepulcro, dependiendo directamente de la Colegiata de Santa Ana de la Ciudad Condal de Barcelona, hasta el 1586, momento en que se confió a los Padres Capuchinos y, en la actualidad, es una parroquia dependiente de los Padres Misioneros Claretianos.
Éste fue un acto de hondo significado ya que se buceaba en el tiempo y, con el espíritu de siempre pero con el ánimo renovado, los herederos y herederas de la Orden Sepulcrista, se daban cita en aquel recinto sagrado para rendir homenaje a sus antecesores, para dar testimonio de su labor en la sociedad actual, para emular su vocación y su sacrificio, y para devenir en portavoces de una lección de historia sobre la fe y sobre las hazañas de los sepulcristas pretéritos.
En el día en que el municipio Valls se convierte en la capital de los calçots y riadas de gente recorren sus calles y se dejan ensimismar y seducir por la algazara y el júbilo desbordante de las comparsas del folclore y, al mismo tiempo, sucumben a la tentación irresistible de esta cebolleta poco bulbosa, bañada con la salsa de romesco, y servida en manojos envueltos en papel de periódico y en una teja arábiga, los caballeros y damas de la España Oriental del Santo Sepulcro se enfundan en su capa para homenajear la memoria y la heroicidad de aquellos predecesores que –a su paso- sembraron la semilla de la cristiandad y la esperanza cierta de que la muerte no es el final.
Esta jornada para la evocación y el recuerdo se inició con la asistencia a la Santa Misa en la Parroquia del Lledó, oficiada por el padre claretiano Rev. Sr. Don Joan Font, a los pies de la Virgen del Lledó, sacra y admirable imagen de alabastro de María Santísima encontrada en la cepa de un almez. Y, una vez nutridos por el bálsamo salutífero y redentor de la Eucaristía, pudimos besar con filial devoción y constatar esta presencia mariana de más de 650 años.
Conviene reseñar la feliz coincidencia de este homenaje sepulcrista con el Evangelio dominical de las Bienaventuranzas. Es como si el buen Dios quisiera aprovechar la ocasión para recordarnos las palabras que Jesucristo pronunció en el Sermón de la Montaña –que podemos encontrar en los Evangelios según San Mateo y según San Lucas- y que describen cuáles son las ocho características que permiten alcanzar la felicidad del espíritu y son bendecidas por el Todopoderoso.
Finalizada la Santa Misa, se visitó el centro urbano de Valls y se disfrutó del pasacalle de los elementos festivos de la calçotada, los gigantes y la Mulassa, acompañados por los grallers, timbaleros y flautistas.
Sin embargo, la experiencia prosaica pero humana radicó en el almuerzo de hermandad en Cal Ganxo. Con los tradicionales baberos atados al cuello y dedos tiznados, cuencos de romesco, platos para los desechos de las cebollas, tejas rellenadas de los calçots salidos de las parrillas todavía humeantes, porrones de vino para calmar la sed, hornillos con la brasa mortecina para el cordero y las salsichas, bandejas generosas de judías del ganxet con alcachofas y butifarra negra, y, finalmente y como última tentación, la crema catalana.
Qué experiencia más singular es el descubrimiento de las huellas vallenses del Santo Sepulcro; qué placer tan humano deviene del disfrute de una buena refacción y la mejor compañía; y qué alegría tan grande al comprobar que, siendo la Delegación de Tarragona la anfitriona, también nos acompañaron el Lugarteniente emérito, Excmo. Sr. Conde de Lavern, y el delegado de Aragón, Ilmo. Sr. Don Carlos de Corbera.
Ojalá sepamos encontrar en todo momento un tiempo para cada cosa; que podamos aprender de todo lo que el Señor nos brinda cada día; que entendamos como -en los detalles- se esconde la verdadera grandeza de nuestra identidad y de nuestro credo; y que -individual y colectivamente- seamos auténticos caballeros y damas de nuestra Orden y -lo que es más importante-, guardianes y custodios de honor de la Resurrección.
Y, así, con devoción filial elevamos los ojos al infinito para dirigirnos a nuestra Madre Celestial y, como vallenses, seamos capaces de recitar el estribillo de sus gozos:
“Puig fa segles que us adora
Valls amb molta devoció:
Sigueu nostra protectora,
Verge Santa del Lledó.”
(Ya que hace siglos que os adora/ Valls con mucha devoción:/ Sed nuestra protectora,/ Virgen Santa del Lledó)
Carles Cortina i Riu
Valls, a 31 de enero de 2017