¿Padre Patton, cuáles han sido los vínculos históricos que unían la Custodia y la Orden del Santo Sepulcro antes de la restauración del Patriarcado latino? Y ¿Cómo considera hoy la colaboración con los Caballeros y Damas que vienen en peregrinación a Tierra Santa?
Los vínculos históricos con los Caballeros del Santo Sepulcro se remontan a 1474, cuando por institución pontifical, el Custodio de Tierra Santa recibió la facultad de nombrar a los Caballeros. Se instauró entonces una relación institucional que se amplió durante siglos bajo diferentes formas de colaboración, sobre todo a favor de los Santos Lugares en general y del Santo Sepulcro en particular. El último Caballero instituido por el Custodio fue el mismo patriarca Valerga, en 1848. Relaciones más directas se consolidaron después entre la Orden y el Patriarca latino.
Hoy, las relaciones entre la Custodia y los Caballeros son vínculos de amistad y colaboración: cada vez que entran solemnemente en el Santo Sepulcro, van de visita a Jerusalén y piden encontrar también al Custodio, u ofrecen su ayuda para sostener proyectos a favor de las obras de la Custodia de Tierra Santa, sobre todo en memoria de su origen y del vínculo con la Custodia, así como por el bien de los cristianos locales.
La Custodia coordinó las actividades pastorales de la Iglesia latina en Tierra Santa durante algunos siglos. Después de la restauración del Patriarcado latino, en 1847, ¿cómo han evolucionado las relaciones entre estas dos instituciones eclesiales?
Hasta 1516, la Custodia no pudo emprender otras formas de apostolado aparte de la presencia en los santuarios, la oración, las celebraciones litúrgicas, la acogida y encargarse de los peregrinos en los lugares donde es propietaria. Después de los cambios de gobierno en la región, cuando el mameluco fue sustituido por otro, en ciertos aspectos más tolerante, otomano, los frailes de la Custodia empezaron una actividad pastoral con el pueblo cristiano local.
A partir de 1555 tuvieron lugar las primeras entradas en la comunión de la Iglesia católica de los primeros cristianos no católicos del lugar, y por consiguiente la formación de las primeras comunidades parroquiales «latinas» en torno a los Santuarios. Con el tiempo esta creciente actividad ofreció la posibilidad de crear al beato papa Pío IX, en 1847, una diócesis latina en Tierra Santa, que tomó la forma de un «restablecimiento» o «restauración» del «Patriarcado latino de Jerusalén» (el título de patriarcado ya existía desde el Concilio de Calcedonia: en tiempos de los cruzados fue retomado y solamente sobrevivió a su derrota en Europa, el título episcopal «In partibus infidelium». En 1847 fue restablecido a su sede).
En 1627, la Congregación de Propaganda Fide consideró a la Custodia de Tierra Santa como una verdadera misión in partibus infidelium, declarando directamente sometida a su jurisdicción y reconociendo a los Frailes menores sus derechos parroquiales en todos los lugares en los que se habían construido conventos u hospicios. La creación de las nuevas circunscripciones territoriales católicas – sobre todo las de rito latino – en el territorio de la misión de la Custodia, al principio generaba ciertas incertidumbres en cuanto a la relación precisa entre las jurisdicciones respectivas, a la que fueron dedicadas diferentes medidas sucesivas de la Santa Sede.
Actualmente, las cuestiones pueden ser consideradas como clasificadas: en el apostolado entre los fieles de los lugares, los Frailes de la Custodia se consideran al servicio de las Iglesias particulares, como los religiosos que ejercen el apostolado en cualquier lugar de la esfera católica; mientras que la competencia de la Custodia en los Santos Lugares que protege y en los que oficia en nombre de toda la catolicidad, sigue siendo propia y original. Aún hoy, la Custodia lleva su actividad pastoral en 29 parroquias y numerosas iglesias, capillas y sucursales, aunque con la creación por todos los sitios de Iglesias particulares, la pastoral parroquial está sometida – como ocurre en todas las parroquias confiadas a los religiosos – al gobierno de los Ordinarios del lugar, según está estipulado por el derecho canónico general. Hoy, después de 170 años de experiencia y madurez, podemos decir que nuestras relaciones se establecen en un ambiente de gran respeto de las competencias respectivas y colaboración recíproca, sobre todo en el campo pastoral.
Usted conoció a Mons. Pierbattista Pizzaballa cuando era novicio en La Verna. ¿Cuál es su relación con él ahora que se ha convertido en el Administrador apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén? ¿El hecho de que compartan el amor por san Francisco les ofrece una línea pastoral común? Si es así, ¿hacia qué dirección?
La relación con Mons. Pierbattista era fraterna cuando era Custodio de Tierra Santa y sigue siéndolo ahora que es Administrador apostólico del Patriarcado de Jerusalén de los Latinos. Hay muchos campos en los que es sumamente importante mantener una colaboración estrecha, como en el de la pastoral parroquial, las escuelas, la acogida y la integración de los trabajadores emigrantes católicos, pero también en el de la cooperación con las demás comunidades cristianas presentes aquí y las relaciones con las autoridades civiles. Nuestras raíces franciscanas comunes nos animan a privilegiar cada vez más el método de diálogo y la atención hacia personas concretas y sus necesidades, sobre todo los pobres y aquellos que sufren.
Por supuesto, hay ocasiones oficiales de diálogo, como cuando nos encontramos para las reuniones de la Asamblea de los Ordinarios católicos de Tierra Santa, que son ocasiones informales. Por ejemplo ha sido nuestro invitado para la fiesta de san Francisco. Y también hay ocasiones personales, sobre todo cuando abordamos juntos cuestiones concretas y particulares.
¿Cuáles son las prioridades pastorales que tiene que abordar con los suyos en Tierra Santa, sobre todo en lo que concierne el diálogo con los creyentes musulmanes y judíos?
Como hermanos de Tierra Santa, nuestro primer mandato, según la voluntad de la Santa Sede, es proteger los Santos Lugares y hacer que puedan ser accesibles para los peregrinos; por consiguiente, nuestra prioridad es precisamente la de cuidar los Santuarios y la acogida, como lugares en los que vivimos, rezamos y profundizamos nuestra fe. Después existe una urgencia pastora unida a las parroquias, especialmente en Israel, Palestina, Siria, Chipre y Rodas, en otras palabras, para acompañar a los cristianos locales y aquellos que llegan buscando un trabajo. La prioridad en este caso es la de ir hacia una experiencia de Iglesia cada vez más universal y acogedora, capaz de integrar a aquellos que viven y los que llegan aquí. También existe otra prioridad pastoral respecto a la situación que viven en Siria nuestros hermanos cristianos. Es necesario obrar en un nivel muy concreto para ayudar a la población que sufre por años de guerra, pero es aún más necesario mantener viva la esperanza, reanimar a la pequeña comunidad cristiana local, ayudarlos a mirar hacia el futuro con una perspectiva de reconciliación.
En lo que concierne al diálogo con los judíos y musulmanes, en la vida diaria, las relaciones son más bien buenas. Hay comisiones especiales que tienen como objetivo promover el diálogo y organizan también iniciativas de todo tipo. Dentro mismo de la Custodia también trabajan, además de los cristianos, profesionales judíos y musulmanes. Frecuentan nuestras escuelas estudiantes de diferentes confesiones y la mayoría de ellos son musulmanes.
Yo mismo he tenido la ocasión este año de participar, durante unos meses, en un encuentro sobre el tema de la ecología con un rabino judío y un jurista musulmán. Tenemos en el programa la invitación de los responsables de la comunidad musulmana local para una cena festiva al final del Ramadán, en la plaza del santuario de Betania; la organización de una conferencia en Ain Karem en nuestro santuario, sobre el personaje de Juan Bautista, para estar juntos y dialogar entre judíos y cristianos: y también en el santuario de Nebo va a haber una conferencia sobre Moisés en el judaísmo, en el cristianismo y el islam. Se presentan continuamente ocasiones, lo importante es saber aprovecharlas y evitar que sean formas de instrumentalización.
El encuentro tiene lugar en todos los casos desde un punto de vista de la vida y de las relaciones personales, y después desde un punto de vista de las comisiones y de los temas específicos. Personalmente, creo que la mejor ocasión de diálogo con el mundo musulmán está representada en nuestras escuelas de Tierra Santa, mientras que el diálogo con el mundo judío se hace en el campo de la cultura. Con todos es conveniente intentar colaborar en iniciativas de tipo social y caritativo.
Su actividad de comunicación se declina a través de diferentes medios muy eficaces. ¿Cómo evalúa usted su impacto en el mundo de hoy?
Los medios de comunicación son hoy necesarios para dar a conocer nuestra realidad. Mi deseo es que se conviertan en instrumentos de evangelización, en el sentido literal del término, es decir, capaces de contar el bien y la normalidad, en lugar de contar el mal y lo que es excepcional. Nuestra comunicación no busca primicias, y tampoco quiere ser espectacular y sensacional. Deseamos más bien contar esta Tierra Santa, sus lugares y personas que viven allí. Parafraseando un proverbio chino, no nos gusta hablar “del árbol que cae, sino del bosque que crece”.