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ENCUENTRO CON SU EMCIA. REVMA. EL CARDENAL FERNANDO FILONI, NUEVO GRAN MAESTRE DE LA ORDEN DEL SANTO SEPULCRO

Eminencia, ¿con qué espíritu afronta esta nueva responsabilidad como Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro que el Papa le confió el pasado 8 de diciembre?

En el transcurso de mi vida de servicio a la Iglesia, primero como Vicario en Roma (nueve años) y luego en el servicio de la Sede Apostólica (durante casi cuarenta años), he aprendido a amar cada realidad a la que estaba destinado. Entre ellas, no puedo dejar de destacar las misiones eclesiales en Oriente Próximo. En Irán (en el momento de la guerra entre Irán e Irak), en Irak y Jordania (2001-2006). En Jordania, especialmente como un territorio donde habían predicado los profetas, Moisés, Juan el Bautista y luego Jesús, me impresionaron estos vínculos únicos con la Historia Sagrada. Nunca imaginé que volvería para ocuparme de ellos después de ser nombrado a la cabeza de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Me ha parecido que volvía a un «amor» que nunca había olvidado.

El día de su nombramiento, pudimos leer en las redes sociales que el cargo de Gran Maestre de la Orden es honorario. ¿Cómo responde a esta declaración? Y en general, ¿de qué manera la pertenencia a la Orden no es simplemente un honor para sus miembros?

Creo que la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén desarrolla dos dimensiones que generalmente también son ignoradas por los medios de comunicación. La Orden tiene ciertamente una historia secular. Centrarse solo en eso me parece reductor y en cualquier caso incompleto. Hoy la Orden es una gran familia de voluntarios (treinta mil), presentes en todo el mundo, que gracias a su contribución voluntaria hacen posible que en Tierra Santa los lugares más sagrados para el cristianismo no sean sólo museos, sino que tengan vida. Esta vida tiene dos niveles: el primero está vinculado a los cristianos que viven allí. En este sentido, las donaciones de los miembros de la Orden se utilizan para ayudar a las familias pobres, las escuelas primarias y secundarias, la Universidad de Belén, las instituciones médicas y hoy también a los refugiados. El segundo permite a los peregrinos de todo el mundo encontrar todos los lugares sagrados más adaptados a su peregrinación. Todo esto está en armonía con el Patriarcado Católico de Jerusalén, que tiene autoridad sobre Israel, Palestina y Jordania. En conclusión, es un error hablar de una «orden honoraria».

Su gran experiencia al servicio de la Iglesia es una suerte para la Orden, especialmente porque conoce Oriente Medio, ya que ha sido Nuncio en Jordania, Irak e Irán. ¿Cuáles son sus recuerdos más importantes de esta parte del mundo y cómo cree que a largo plazo la Orden pueda contribuir a favorecer la paz allí?

La paz es el fruto de la colaboración entre las partes. Es frustrante trabajar para ello y verlo a menudo comprometido. Pero la paz se alimenta del respeto de los derechos de todos: pienso en particular en los derechos de las personas que viven en Tierra Santa (pero lo mismo puede decirse de todo el Oriente Medio). El problema comienza donde se permite que crezcan los prejuicios de superioridad, la falta de comprensión histórica, el rechazo de una realidad compleja que requiere paciencia y diálogo por parte de todos. Si pensamos en la herencia de valores que nos unen, y no sólo espiritualmente – judíos, musulmanes y cristianos – descubrimos efectivamente lo que nos une y sobre todo la unidad de Dios que se ha revelado en esta tierra como Padre. Un Dios que no concede preferencias (respetando las diversidades) y en cuyo nombre no podemos luchar y matarnos unos a otros. Las violentas guerras y enemistades que repetidamente asedian sangrientamente a Tierra Santa (y a Oriente Medio) no pueden encontrar justificación ni en Dios ni en una Tierra que pertenece en primer lugar al Dios de la Revelación.

Se conoce muy poco a la Orden y a veces es víctima de prejuicios, mientras que su misión a favor de la Madre Iglesia en Tierra Santa es esencial. ¿Qué espera usted, Eminencia, de los treinta mil miembros de la Orden para que puedan comunicar una imagen más exacta de su vocación a la santidad y del importante servicio que prestan a la Iglesia?

Los prejuicios matan la verdad. También se alimentan a menudo de la ignorancia. Sin embargo, nos corresponde especialmente a nosotros, miembros de la Orden, trabajar para reducirlos y si es posible eliminarlos. Espero que mis palabras también despierten el deseo de un conocimiento mejor de la Orden del Santo Sepulcro. Me gustaría subrayar aquí que uno no accede a la Orden a través de la familia a la que pertenece o por sus antecedentes sociales. Hoy la Orden acoge a personas que aceptan en sus vidas el ideal de una vida cristiana que tiene sus raíces en un sepulcro vacío, junto al cual se encuentra el Jesús vivo y resucitado. La vida de un Caballero y una Dama es «cristológica», es decir, centrada en el misterio de Jesús, según la enseñanza de San Pablo (1 Cor 15, 14): «Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe». Además, el punto más concreto de sus vidas es, de manera significativa, su participación en la ayuda a los lugares, las obras y a sus hermanos necesitados en Tierra Santa. Los treinta mil miembros presentes en el mundo constituyen así una gran familia o, si se prefiere, una gran «parroquia».

La Orden es una institución pontificia, por lo que está intrínsecamente vinculada a la Santa Sede. En su opinión, ¿cuáles son los acontecimientos de la vida eclesial a los que los Caballeros y Damas deben estar muy atentos para caminar cada vez más en comunión con la Iglesia universal?

No voy a revisar sus antiguos orígenes históricos. La Orden siempre ha gozado de la protección de la Sede Apostólica, tanto es así que cuando fue restablecida, el propio Pío X (1907) quiso reservarse el título de Gran Maestre de la Orden. Pío XII (1940) atribuyó entonces el título a un cardenal, y esto sigue siendo así hoy en día. Por lo tanto, existe un estrecho vínculo entre la Sede Apostólica y la Orden. Por este motivo, entre los objetivos de la Orden, además del celo por la vida cristiana de sus miembros y el apoyo a las obras de Tierra Santa, está también el de difundir la fe mediante el testimonio personal de vida y la defensa de los derechos de la Iglesia Católica en esa Región, respetando los derechos que le corresponden a cada entidad que promueve la coexistencia pacífica de todos. Por eso la Orden es sensible a las enseñanzas del Soberano Pontífice en esa Región, desarrollando la armonía y la asistencia.

Entrevista realizada por François Vayne

(7 de febrero 2020)

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