RECEMOS POR LA PAZ EN TIERRA SANTA
Nuestra Señora, Reina de Palestina, extiende tu mano sobre Tierra Santa y sobre todos aquellos que viven allí:
judíos, musulmanes, drusos y cristianos, Palestinos, Israelíes, trabajadores emigrantes y refugiados.
Nuestra Señora, intercede por todos nosotros y especialmente por la Iglesia, el Cuerpo de tu Hijo, Jesucristo Nuestro Señor.
Nosotros hemos sido enviados para predicar a todos el Evangelio en esta tierra que es la tuya y la Suya, la tierra de los patriarcas, reyes, profetas, apóstoles y de la primera comunidad formada para ir en pos de tu Hijo, la Madre de la Iglesia de Jerusalén.
Esta misión necesita el coraje y perseverancia, la sabiduría y fe como las tuyas, intercede por nosotros.
En tus rodillas, Él, que era Señor y Maestro, aprendió a hablar y rezar, a actuar y obedecer.
Te pedimos que nos enseñes a hablar y rezar, a actuar y obedecer hoy, en la tierra llamada a ser santa.
En medio de la guerra y del odio, de los muros, de la ocupación y la discriminación, del miedo y el rechazo, enséñanos a ser instrumentos de justicia y paz, de perdón y reconciliación.
Afirmamos contigo que Él es nuestra paz.
Enséñanos la manera de encarnar nuestra vida como Iglesia que somos, tanto la fidelidad a tu Hijo como un amor que engloba a todo el mundo en esta tierra, especialmente para los más pobres y excluidos, los sin techo, refugiados, presos, aquellos que son maltratados, oprimidos y víctimas de la injusticia.
Nuestra Señora, Reina de Palestina, tu eres nuestra madre, la que nos ha sido dada por tu Hijo en la Cruz.
Contigo estamos llamados a ser testigos de la Resurrección que ya anuncia Su Reino.
Moldeándonos a tu imagen, Le pedimos que nos unja como anunciadores de la Buena Noticia llenos del Espíritu, y proclamar que ha vencido a la muerte con Su muerte en la Cruz, y que ha dado la vida a aquellos que se encuentran en las tumbas.
Que podamos, como miembros de su Cuerpo Iglesia, ser signos vivos que indican el Reino que ya está entre nosotros.
Amén.
María, Madre, Reina de Palestina, ruega por nosotros.
P. David Neuhaus, sj