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La audiencia concedida el pasado uno de abril en el Palacio de la Zarzuela por el rey Felipe VI de España al Cardenal Gran Maestre y a la delegación que le acompañaba fue un momento muy significativo, no tanto por la ceremonia en sí, que tuvo lugar con la sencillez protocolaria que caracteriza a la actual monarquía española, como por la reafirmación de los vínculos históricos entre la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y la Casa Real española, así como por la devoción personal del Soberano hacia Tierra Santa.

Como buen conocedor de la realidad española, al haber vivido en ese país como embajador de Italia, me gustaría recordar cómo he vivido este regreso a la Zarzuela.

La residencia del Rey no es un magnífico palacio, sino un chalet moderno rodeado por un gran parque en las afueras de la capital. Tras pasar el puesto de control, atravesamos un bosque de encinas centenarias poblado por ciervos y cervatillos que pastaban libremente sin miedo.

Una vez admitidos ante la presencia del Soberano, que nos esperaba de pie, con una mascarilla en la cara, en el centro de la sala de audiencias que tantas veces había visitado como Embajador, el cardenal Filoni impuso al Rey el Collar de la Orden, recordando que entre los títulos históricos se encuentra el de Rey de Jerusalén, que ostenta desde hace siglos por herencia aragonesa y que representa -aunque sea como título honorífico- la continuidad del vínculo entre los Soberanos católicos y Tierra Santa. El propio Soberano, en respuesta, recordó en tono de broma que, con motivo de su visita a Jerusalén, fue objeto de una consideración especial precisamente por ese título honorífico que las autoridades israelíes no dudaron en reconocer.

Aparte de estos aspectos que evocan una historia milenaria, el recibimiento de Don Felipe a la delegación, que además del Cardenal Gran Maestre y el Gobernador general estaba formada por los dos Lugartenientes de España así como por miembros del Consejo de las dos Lugartenencias, fue especialmente cordial, durando más de la media hora prevista por el protocolo. El Rey dirigió unas palabras a todos y escuchó con atención a los dos Lugartenientes describir su compromiso con la obra de caridad en Tierra Santa, comentando sus palabras.

José Carlos Sanjuan y Monforte, Lugarteniente para España occidental, agradeció al Soberano su constante apoyo a la Orden del Santo Sepulcro y su atención especial por las obras y proyectos en Tierra Santa. Juan Carlos de Balle y Comas, Lugarteniente para España oriental, evocó el ejemplar papel de la familia real y entregó al Soberano un recuerdo para las princesas Leonor y Sofía.

Por mi parte, he querido manifestar al Rey el honor de encontrarle como Gobernador general de la Orden, ahora que ostenta el más alto cargo del Estado, recordando las anteriores ocasiones que tuvimos de hablar cuando yo era Embajador de Italia y él Príncipe de Asturias. Han pasado varios años y las expectativas que el país depositó en el joven príncipe heredero del trono se han confirmado en los ocho años de su reinado, que ha sabido gestionar con dignidad, firmeza y sentido del deber, obteniendo la aprobación unánime nacional e internacional.

A continuación, el Rey nos acompañó hasta las escaleras del jardín para una foto de recuerdo. Ya al aire libre pudimos quitarnos las mascarillas.

El Cardenal iba vestido con sotana fileteada y su fajín púrpura brillaba al sol en fuerte contraste con nuestros trajes oscuros. Don Felipe vestía un traje gris de espiga muy bien cortado y llevaba sobre la camisa de color azul claro, con rayas muy claras, una corbata estampada del mismo color y mocasines negros. Todo el tiempo estuvo a solas con nosotros: su personal, que nos había saludado al entrar en el chalet, se había retirado discretamente.

Algunos de los miembros de la delegación española llevaban corbatas verdes. Ante mi curiosidad, me explicaron que, al igual que los patriotas del Risorgimento italiano que para cantar las alabanzas a Victor Emanuel II, Rey de Italia, gritaban «Viva VERDI» (ocultando tras el nombre del gran maestro su fe en el papel unificador del soberano de Saboya). El color verde de sus corbatas pretendía mostrar su mensaje de lealtad y devoción al soberano: «V. E.R.D.E. = Viva El Rey De España».

La función simbólica del Rey es seguida con mucho interés en España, especialmente en el contexto de la estructura constitucional del Estado. Durante sus ocho años de reinado, el Rey ha sabido interpretarlo con gran equilibrio y transparencia, defendiendo la Constitución y representando un firme referente ético para los ciudadanos españoles y la piedra angular de los complejos equilibrios políticos. Para la Constitución española, el Rey, es el símbolo de la unidad y la continuidad del país.

Entre los miembros de la delegación española se encontraba el profesor Daniel Berzosa y López, Canciller de la Lugartenencia para España oriental, reconocido constitucionalista que ha ganado recientemente un premio de periodismo por un artículo en el que explica el papel constitucional de Felipe VI . «El filósofo Hobbes -escribió el profesor Berzosa- fue el primero en preguntarse, en el Leviatán, cómo reducir la multiplicidad de las voces de un pueblo a la unidad del poder, y cómo garantizar su continuidad para que efectivamente se pueda hablar de una auténtica permanencia del Estado». En España, la cuestión se ha resuelto con la monarquía, que representa un poder simbólico distinto de los poderes efectivos del Estado. «El poder simbólico del Rey – argumenta Berzosa – aunque no pueda imponer órdenes, ha conseguido que por su prestigio y dignidad nadie pueda evitar razonablemente escuchar sus consejos».

La impresión que nos ha dejado Felipe VI al final de nuestro encuentro no ha sido solo la de un hombre fuertemente decidido a cumplir con sus deberes constitucionales, sino y sobre todo la de un hermano de la Orden, que cree en los valores de la solidaridad, sensible a las iniciativas de nuestra Institución y sinceramente vinculado, no solo por las raíces históricas de su familia, sino por convicción personal, a Tierra Santa.

 

Leonardo Visconti di Modrone
Gobernador General

 

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